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viernes, 27 de enero de 2012

CAZADORES

La caza se practica desde los albores de la especie humana, cuando el hombre imitó a los grandes depredadores para ampliar su campo alimenticio, pues además de recolectar frutos silvestres, comenzó a sentir la necesidad de comer carne para conseguir las proteínas tan necesarias para el buen desarrollo humano. Pasó de ser carroñero –comer los restos que dejaban las fieras- a comer carne fresca que él mismo cazaba.
Para eso tuvo que crear utensilios, ya que por sí mismo no podía competir con los otros animales también cazadores como él.
Nadie duda de que hoy día la caza es un deporte aún en auge, que además del disfrute de quien lo practica, contribuye al equilibrio de las especies.
Esta forma de control cinegético seguro que beneficia a los animales, que sobreviven evitando la superpoblación, ya que si no fuera así, acabarían perjudicando a la misma especie.
Estamos hablando del buen cazador, el hombre que practica el “noble arte de la caza” de manera honesta, equilibrada y limpia.
Como todo, en contrapartida, tenemos el cazador sin escrúpulos, naturalmente furtivo, que extermina todo ser viviente que se le pone delante, sobre todo si no se le ha dado bien la jornada, abatiendo al primer animal que se le pone a tiro, aunque sean especies protegidas o sin interés. Pero eso no le importa, lo principal es matar por el simple hecho de matar.
Este personaje, a veces suele ser un “matador” a sueldo, realizando trabajos sucios. Digo a sueldo porque si no fuera así, no colocaría carne envenenada, ni pondría lazos, ni abatiría especies de animales depredadores, que compiten con el hombre en la caza. Naturalmente, las personas que lo estimulan (no importa de que manera) a efectuar estos actos delictivos (puesto que están penados por la Ley) son tan culpables como él.
Con estas malas artes señaladas anteriormente, sucede que, por ejemplo, en los lazos clandestinos quedan atrapados otros animales como tejones (por mencionar algunas de las víctimas), que nada tienen que ver con la caza. Envenenan el suelo vertiendo gasoil u otros combustibles, para que retocen allí los jabalíes y sea más fácil su localización para darles caza. Utilizan estricnina u otros venenos con que impregnan la carne colocada en sitios estratégicos, donde además de tener los animales que la ingieren una agonía larga y dolorosa, perjudica a otras especies carroñeras que mueren por estos medios, como buitres, zorros, etc...ajenos al deporte de la caza.
Últimamente hemos visto en las proximidades del pueblo un nido de cuervos, del que han sido abatidas las crías a punto de abandonar el nido, y posiblemente sus progenitores han corrido la misma suerte. Ojalá algún día fuera SEPRONA el que diera “caza” a este tipo de personas sin escrúpulos, yo aplico ese antiguo refrán que dice: “Tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe”.
Afortunadamente, casi todos los cazadores, como he dicho al principio, son personas honestas y verdaderos deportistas, y lo demuestran abatiendo piezas de valor cinegético, a ellos
GRACIAS.

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